Ya estoy aquí otra vez desesperada con mis historias para no dormir de la residencia. Desde el último capítulo ha pasado mucho tiempo e infinidad de situaciones desesperantes, pero no me había dado por escribirlas nuevamente hasta hoy. Hay veces en las que me imagino como los dibujos japoneses: echando humo por las orejas, poniendo cara de ababol con una gota encima de la cabeza... En fin.
Situación de gota en cabeza: la compañera de atención al cliente está hablando con el familiar de una residente y me pide que le ponga desde la centralita con enfermería. Marco el número de teléfono y veo que están comunicando y se lo digo. Apenas han pasado unos segundos y me pregunta, "¿sigue comunicando?"
Con la misma persona: como se pone tan pesada y va a lo suyo, desde hace varios años cuando hay un ingreso primero, además de dar la bienvenida y hacer el paripé para que vean lo bien que van a estar con nosotros, pido datos y una vez que los tengo, le llamo para que reciba al nuevo residente. Ya le avisé en su día de que iba a actuar así pero no le entra en la cabeza.
- Yo: Luz, ya está aquí D/Dña. Fulanita
- Luz: Espera... ve pidiéndole los datos.
- ...
Ains... ¡cuándo tú vas!
¡Madre mía, qué chapa me acaban de dar! No me gusta la gente que no es espontánea y viene con el guión aprendido, te sueltan el rollo y no respiran ni para hacer una coma ni dejan meter baza. ¡Y todo por treinta cochinos euros!
Entra el Sr. Zapater que pregunta para variar, si he comido. Lleva un año y medio en el Centro y todos los días, todos, sin faltar ninguno, tenemos la misma conversación.
- Sr. Zapater: ¿Has comido?
- Yo: No, a las tres.
- Sr. Zapater: Uuuuh, ¡a las tres!
- Yo: Sí...
- Sr. Zapater: Pues que te aproveche cuando comas
En fin, terminando la jornada estoy, así que, a ver qué pasa mañana...
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