Querido diario:
Esta tarde he estado paseando por la calle,
y mis pies me han llevado hasta el parque. He andado hasta tarde.
Por una vez en muchos años, he descubierto que en la ciudad no sólo hay rascacielos, coches y humo.
Me he sorprendido mirando con asombro los altos y verdes chopos y pinares.
He disfrutado con el alegre canto
de los gorriones y el sonido limpio de las fuentes. Leer bajo un cerezo al atardecer,
con la tenue luz del sol
pasando entre sus ramas, sentada en un bonito banco de madera, ha sido un placer que nunca hubiese imaginado.
Me he quedado cegada por los luminosos colores de las cuidadas flores.
Y al anochecer, me he tumbado en la hierba y he redescubierto boquiabierta las estrellas...
Las estrellas. Esas que tantas veces me habían hecho soñar.
Las había echado de menos.

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