Estaba tirada en medio de una cuneta. Era menuda, aunque hacía mucho tiempo que estaba en el mundo. Cuando despertó de su letargo, observó a su alrededor. Sólo vio matojos dejándose acariciar por la suave brisa y tierra yerma.
Creyó recordar una gran riada arrastrándola sin compasión, haciendo que se golpeara con todo aquello que el agua arrollaba a su paso con gran violencia.
Allí se encontraba, inerte. Incapaz de responder a unos impulsos que jamás tuvo. Se encontraba sola.
Mientras el viento le susurraba, recordó a su familia. Aquella con la que durante tanto tiempo convivió en la montaña, al lado de un riachuelo de aguas cristalinas. Los años pasaron sin cuidado por todos ellos. Las gentes del pueblo les llamaban “cantos rodados”.
Ahora entendía por qué.
¡Era una piedra!
Creyó recordar una gran riada arrastrándola sin compasión, haciendo que se golpeara con todo aquello que el agua arrollaba a su paso con gran violencia.
Allí se encontraba, inerte. Incapaz de responder a unos impulsos que jamás tuvo. Se encontraba sola.
Mientras el viento le susurraba, recordó a su familia. Aquella con la que durante tanto tiempo convivió en la montaña, al lado de un riachuelo de aguas cristalinas. Los años pasaron sin cuidado por todos ellos. Las gentes del pueblo les llamaban “cantos rodados”.
Ahora entendía por qué.
¡Era una piedra!

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