Como era de esperar, más tarde o más temprano iba a saltar de lo desesperada, por no decir harta, que me tienen en esa casa de locos -en sentido figurado-.
A las continuas entradas y salidas del despacho por parte de malos empleados para "decir cosas importantes", hay que añadir las continuas llamadas de mis chicas (entre otr@s) y "las visitas inesperadas".
En el primer caso, las urgencias no son otras más que pedir días de fiesta cuando uno no se los ha ganado ni le corresponden, contarme un chisme que me la trae al pairo y generalmente es una mentira como un piano, entregarme un papel del médico, querer -sin que les pase nada- que las mande a la mutua... ¡Aaaggghhh! ¡Anda a la mierda y echa el papel en el buzón, rediós!.
Mis chicas son las que más guerra me dan, no siempre porque ellas quieran, claro: "corre, ciérrate que sube menganito" -ni les doy las gracias. Cuelgo inmediatamente y cierro la puerta con llave-; me llaman y les cojo el teléfono, "hola fulanita, ¿está por ahí Aurora? Le busca zutanita" -he de reconocer que para esto, Fer y Mariluchi son las mejores, aunque Milen no se queda atrás-; "súbeme el sueldo" -¡ja, ja, ja, que me tiro por el suelo de la risa! ¿Como no te suba la nómina a la azotea?"; "te llaman de X sitio", "¿preguntan por mí, con mi nombre y apellidos?", "sí hijita, me han dado tu nombre completo", "ya me extraña, pero pásamelos" -efectivamente, preguntaban por administración pero bueno, termino la conversación y me cago en todo ¡mentirosillaaaa!-.
Las visitas inesperadas son, si cabe, lo que más aborrezco: entrando al despacho sin siquiera, llamar a la puerta y con cara de pena, "¿estás ocupada?" -yo sí, ¿y tú? En vista de que no tienes faena, ven que te la voy a poner yo, ¡no te jode!-; al igual que en el caso anterior, "es importante: necesito que mes des fiesta en Semana Santa" -(!¿#@Ç?!) ¡No tienes poca fe! ¡Ante el vicio de pedir, la virtud de no dar! ¡A trabajar!-; viene la charrina de turno y contando no sé qué cosa de otra compañera, suelta "gasta menos que un ciego en novelas" -y conociendo muy bien a quién se refiere ¡es verdad!-; "hasta en el mantel más blanco caen manchas" -dijo la que me está haciendo equivocar, que lleva el uniforme limpio de lo mucho que ha trabajado en su jornada-...
Bueno, ya me he desahogado un poquito.
¡Solo queda esperar a que llegue el fin de semana! ;)
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