Noveno aniversario

Hoy, en el noveno aniversario como empleada de la residencia, se me agolpan los recuerdos de todo lo vivido y toda la gente que han pasado por esa casa: abuelos, familias y personal. Se me vienen a la cabeza miles de situaciones vividas a lo largo de los años, con las que me descubro con la mirada perdida y una sonrisa ladeada de añoranza. Rápidamente vuelvo en mí y automáticamente, los bloqueo.

Me hacen mucho daño. Los malos momentos me duelen por malos y sobre todo por injustos, pero sobre todo, me hieren los buenos tiempos porque sé, que nunca volverán. Jamás. Ni parecidos. Cada año estamos más distanciados unos de otros. Hacer daño gratuíto y jugar con la salud ajena parece ser más importante que todo lo vivido tiempo atrás.

Hemos trabajado mucho, muy duro y muchas horas por devoción y por dedicación. Hemos gritado, reído y llorado y de eso, hermoso por su esencia, de repente, hemos pasado al odio, al rencor y a la indiferencia. ¿Cómo hemos llegado a eso? ¿Quién ha conducido a la mayoría a no ver lo bonito de nuestra labor? ¿Por qué se busca un estado de entropía, desazón y malestar entre todos? Tengo tantas preguntas en mi haber, tantas dudas sin resolver y que nunca nadie responderá con sinceridad...

La experiencia de estos meses atrás me ha demostrado que trabajando codo con codo con una mayoría con ganas de estar y laborar a gusto, con tranquilidad (la que permita cada puesto) y buen humor, el trabajo sale infinitamente mejor y con otro talante.

En fin, esta es mi particular manera de celebrar (y más en los tiempos que corren) lo que otras personas por desgracia maldicen, es decir, mi continuidad en la residencia.