He sufrido, dicho sea, hasta esta noche, la peor de las traiciones: la contínua cuchillada por la espalda del acero del engaño de aquellas personas en las que confiaba, a sabiendas de que no debía.
No me está mal. Mira que me lo decían...
Malas personas, sinvergüenzas, embusteras, zánganas, lengudas (no es insultar, es resaltar una realidad)...
Lo que esas personas no saben es que, el que ríe el último, ríe muchísimo más a gusto.
Herida de rabia y rencor, tengo la sartén por el mango.
He dicho.

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