Una mañana oscura y lluviosa te vi pasar por mi ventana.
Flotabas con gran elegancia y sutileza frente a mí.
No faltaste a nuestra cita diaria, irradiando alegría.
Cantabas bajo la lluvia un halagüeño sonido, moviéndote curioso,
viendo pasar a los transeúntes, lanzándoles piropos,
interrumpiendo el bello cántico.
Durante unos minutos, disfruté de tu serenata, observando tu pequeñez y me maravillé con la capacidad de tu garganta.
Tu vestido era oscuro, pero tu jocosa carita, inspiraba bienestar.
A tí gorrioncillo enredador, que entretienes mis ratos perdidos, te dedico este breve post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario