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sábado, 22 de octubre de 2011

El misterio de BIG - PITT

Era una noche clara y estrellada, de esas con las que tantas y tantas veces había oído empezar las historias que le contaba su abuelo para que se durmiese. Él se sentaba en los pies de la cama, mientras Jake, dejaba volar su imaginación, siendo él el protagonista de cada aventura. Decidió que, cuando tuviese nietos, sería como su abuelo: convertiría su memoria en una gran biblioteca, en la que cada tomo, contendría infinidad de pequeñas y emocionantes historias. Se dió cuenta, de que con sus ocho años, no tenía ninguna anécdota que poder contar, salvo sus pequeñas travesuras en el patio de recreo del colegio.

Rondaban las ocho y media de la noche. Estaba tumbado sobre la cama ojeando un tebeo, vestido con un pequeño pijama de verano. No titubeó. Cogió un pequeño espejo, he hizo señales de luz a su amigo Vic. Cuando este se asomó por la ventana de su habitación, Jake le hizo señas para que se hiciese con su mochila y se vieran en el cobertizo trasero de su casa.

Ambos se pusieron manos a la obra, se vistieron y cogieron sus macutos, provistos de todo tipo de juguetes para su nueva aventura, y llegaron al punto de encuentro. A Vic le apetecía mucho vivir algo nuevo, pero tenía miedo de no llegar a casa a tiempo. Jake le convenció de que sólo sería una pequeña excursión nocturna... Pero se equivocó.


Provistos de sus pequeñas mochilas, una linterna a pilas, una pequeña manta, unos sángüiches embasados al vacío, unas pocas monedas y las ganas, salieron de la casa de Jake, dirigiéndose hacia el muelle del pueblo.

Las gentes de Mayarn Town son sencillas. Se dedican al campo, a la pesca y al comercio. Son católicos mojigatos, seguidores de la fe y las buenas costumbres. Sólo los viciosos y mafiosos, osan ensombrecer el saber estar de los vecinos”.

Las calles estaban desiertas. A su paso por la calle principal, cerca del muelle, vieron uno de los pocos establecimientos que permanecían abiertos a esas horas. Un club con un letrero luminoso medio caído: "BIG-PITT", rezaba. Vic sintió que tenía la imperiosa necesidad de ir al lavabo. Entraron en el mugriento local. Sonaba la mítica canción "These boots are made for walking". Jake se sentó en un taburete de la barra, y en un alarde de hombría, pidió al sucio camarero un vaso de agua. Vic, fue a desahogarse. Pasados varios minutos, Vic no había vuelto con Jake, lo que preocupó a este. Bajó del taburete, se dirigió a los lavabos, pero algo le detuvo. Vió una puerta de color verde al fondo. La curiosidad lo carcomía, así que, miró al frente, respiró hondo, y se dirigió hacia ella. La abrió sigilosamente. Cuál fue su sorpresa cuando, al cruzar el umbral, topó con su amigo, que estaba mirando a través de unas cortinas de falso terciopelo verde, estropeadas por el paso del tiempo.

Vic saltó de un respingo al sentirse observado. Al ver que era Jake, le indicó que cerrase la puerta con cuidado y se acercase con él a husmear. Así lo hizo. Estaban asustados. A ese lado de la puerta, sonaba de fondo, otra canción: "Wind of change". Jake la reconoció en seguida porque Scorpions era el grupo favorito de su hermano mayor. Con sumo cuidado, en silencio sepulcral, con un sudor frío recorriendo sus pequeños cuerpos, los amigos se asomaron entre la cortina...

No creían lo que veían. Se quedaron petrificados. Al otro lado del “BIG-PITT”, en la trastienda de aquel cuchitril, había un gran local lleno de humo. En él se habían concentrado truhanes estafadores, bufones, bailarinas, ladrones de la peor calaña, jugadores tramposos, animales peleando para dar la victoria al mejor postor...

Nunca unos niños de tan corta edad, hubiesen podido imaginar que, en un pueblo como en el que ellos vivían, existiese un lugar así. Al fondo de la sala, había un escenario, en que varias chicas semidesnudas, bailaban al ritmo de la música, que ahora sonaba con ritmo cubano; más próximo a ellos, se encontraban unos tipos muy trajeados, medio borrachos, alrededor de una mesa de BlackJack, un metro más a la izquierda, una pequeña barra de bar, tras la cual se encontraba una chica, que a Jake le llamó la atención. No era una chica como las del pueblo: sus rasgos, sus formas, su cabello... Jake estaba confundido y aterrorizado. Siguieron escudriñando lentamente la sala. Cerca de la barra, en un rincón, había varios tipos sudorosos y muy nerviosos, varias pilas de billetes, una mesa, y sobre ésta, un revólver. Los dos amigos no entendían por qué esos individuos posaban la boca del arma sobre la sien. A su izquierda, había montado un pequeño corral, en el que dos gallos preciosos, a gusto de Jake, se mataban a picotazos, mientras que otro grupo de individuos sudorosos, mal vestidos y paletos, gritaban con billetes en la mano, el nombre de uno u otro de los animales. Toda aquella situación, era surrealista para los chicos. Ambos se miraban con cara de asombro y con mil preguntas en la cabeza.

De repente, notaron una mano sobre sus hombros. De no haber sido por sonido de la música, sus gritos se hubiesen oído en cuatro kilómetros a la redonda. Quisieron correr, pero los músculos no respondían a los impulsos. Un hombre alto, fuerte, moreno y sucio, los había descubierto husmeando en su local. Se llamaba Pitt Robins, alias “BIG-PITT”.

Los arrastró fuera de la trastienda, y violentamente, los sentó en una mesa, al lado de la entrada del local. Él hizo lo mismo. Con un furioso ademán, se posó a horcajadas en otra silla. Si por Robins hubiese sido, Jake y Vic hubiesen desaparecido del mapa en ese mismo momento pero, bastantes problemas tenía ya, como para cargar con dos infanticidios. Sin embargo, era consciente de que habían visto demasiado.

Los niños estaban aterrorizados, hasta tal punto, en que ambos se habían orinado en los pantalones. Durante largo rato, Robins los estuvo observando, con el ceño fruncido y deliberando qué hacer con ellos. Los dos amigos no se atrevían a levantar la cabeza, y entre lágrimas, balbuceaban que nunca dirían nada a nadie. Abrazaban sus pequeñas mochilas con fuerza. Sólo querían volver a casa y olvidar aquella noche. Aquello sería algo más que una anécdota para contar a sus nietos.

De repente, Robins se levantó de la silla tirándola al suelo con rabia. “Sólo son unos mocosos”, se dijo. Si los niños hablaban, sería el fin de su próspero negocio. Con un gesto de cabeza, llamó a uno de sus matones. El gran Pitt, se acercó a ellos, tanto que su hedor dio arcadas a los chiquillos y les susurró “si volvéis por aquí o me entero que habéis contado lo que sucede en mi bar, os mataré y serviréis de banquete a mis perros”.

Tal frase, los asustó sobremanera, y juraron por Dios y por todos los santos que conocían, que jamás descubrirían el secreto. El matón los agarró del cuello y los llevó a un callejón próximo.
Los metió en un BMW Z4 Roadster y los llevó a casa. No mediaron palabra en todo el camino.

Cuando vieron alejarse el vehículo, entre sollozos, juraron que jamás contarían lo que habían visto. Negarían conocer el local de “BIG-PITT” y todo lo que allí había.

Se separaron en el cobertizo donde empezó todo. Con el miedo metido en el cuerpo, se miraron a los ojos todavía llorosos, se abrazaron, y entraron en sus casas. No pegaron ojo recordando las palabras de Pitt "os mataré".


Tumbado en la cama, Jake echó la vista al cielo, y se acordó de su abuelo y de esas fantásticas historias que le contaba. Él acababa de empezar a escribir el primer capítulo de su primer libro.

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