Anduvo perdido durante cuatenta minutos dentro del laberinto. Sediento y desesperado, se sienta apoyado en la larga línea del seto de tres metros de alto, que divide los pasillos. Un instante después, recupera el aliento y dando un respingo, se levanta para seguir en busca de la maldita salida. "¡Ná! es un laberinto para principiantes!" -recuerda que le dijo el viejo de la entrada-...
Cuarto de hora después, ve que de frente se vislumbran luces de colores, y oye una voz familiar "¡Ánimo Carloooss! ¡Lo conseguiste!". Se frota los ojos y ve a su amor platónico: Sandra. Salió corriendo y al llegar a la meta, se abalanzó sobre ella, cogiéndola en brazos y dándole el mayor beso que hasta la fecha, nadie le había regalado.
***
Había acudido al parque con Sandra, la mujer que le quitaba el sueño desde hacía varios meses, para dar un paseo y hacerse confidencias. Ella fue quien sugirió meterse al laberinto argumentando que sería divertido y tendrían que ir de la mano para no perderse. Él no pudo negarse.
Carlos necesitó atarse los cordones de sus Nike y Sandrá siguió husmeando, desapareciendo de la vista de Carlos. Ahí empezó su odisea y una bonita historia de amor.
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