Cuando nadie me ve, aparece mi verdadero "yo".
En mi soledad, sale la verdadera mujer que soy.
Mi fragilidad queda al desnudo.
Me miro frente al espejo y sólo veo carne, arrugas, pelo revuelto.
Cualquiera podría herirme con una sola palabra.
La visión me entristece.
Los recuerdos me abruman, el llanto inunda mis ojos.
Recordar la sonrisa de mi hijo hace que el llanto sea mayor, pues doy gracias a Dios por su obra y porque por él, nada ni nadie me hace débil.
Al revés.
No importa cuán desnuda esté.
Es mi cachorro indefenso y yo, cual Ave Fénix, resurjo de mis cenizas y me transformo en una leona por él.
Aún con lágrimas en los ojos, suspirando, recuperando el aliento perdido por los sollozos, frente al espejo, sonrío.
Es mi motor de vida.
Mi fortaleza.
Mi fortaleza.
MI AMOR.
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