A las 6:54 de la madrugada rompí aguas. No nos esperábamos que fuese veinte días antes de la fecha marcada, pero aún así, conservamos la calma. Me di una ducha relajante, nos vestimos, cogimos la canastilla y nos dirigimos al Hospital Materno - Infantil.
El camino se me hizo eterno y muy húmedo, entre el día nublo y que seguía expulsando líquido.
Una vez en el hospital, tras varias pruebas y enviar mensajes a nuestras familias, quedábamos ingresados en la habitación 603.
No tengo claros los tiempos, pues fui sin reloj. Comí y al rato, me pusieron una tira que no recuerdo cómo se llama en la vagina para provocar las contracciones. Poco tardó la muy puñetera en hacerme efecto...
Sabe Dios que lo pasé mal, muy mal, pues venían de riñones y la zona lumbar es mi peor enemigo.
No dilataba, me duché para tratar de relajarme, "estás muy verde"... Fueron horas desesperantes para mí por los fuertes dolores y para mi familia, que no soportaba verme sufrir.
Llegó un momento, entre temblores e insoportables contracciones, que oí lo que tanto deseaba "has dilatado seis centímetros... ¡estás de parto!. Ea, a bajarte para que te preparen y te pongan la epidural".
El equipo de matronas, enfermeras y demás era muy, muy joven. Sin embargo, el trato fue amable, cariñoso y muy profesional. Quedé muy tranquila, pero reconozco que no fui capaz de dejar de temblar.
Una vez preparada, me llevaron a quirófano. Había gente por todas partes. Mi amado Luís, Mª Jesús, matronas, enfermeras, pediatras... Llegó el momento de empujar con todas mis fuerzas. Jamás pensé que podría sacar de mí semejante fuerza.
Nuestro hijo llegó al mundo entre lágrimas de emoción, cansancio y alegría a las 22:40h del día 11 de diciembre de 2013. Una fecha que jamás olvidaremos.
Había alumbrado lo más hermoso que jamás había visto. Me estaban poniendo cuatro puntos y no me enteré solo de mirar embelesada a nuestro niño. Ya no me dolía nada.
¡Bienvenido, mi vida!
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