Llegó el día 22 de septiembre. Las seis de la mañana y no puedo dormir. Tengo la cabeza llena de rulos y un nudo en el pecho. Se despierta Beatriz y salimos a fumar a la galería. Lo necesitaba.
Echamos unos pitillos y una larga charrada. Llegada la hora, a la ducha y a la peluquería. Una hora y media, maquilladas y peinadas y otro pitillo, cojimos todo lo necesario para llevar a casa de mis padres.
Llegadas allí, los nervios se habían apoderado de todos menos, sorprendentemente, de mí.
Estar vestida y llegar el fotógrafo fue todo uno. Mientras empezaba conmigo su labor, los demás terminaban de arreglarse para posar en la fotos.













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