Oteando el horizonte me hallo desde la ladera de una alta y blanca montaña.
Hago fotografías mentales de cada uno de los encuadres que mis ojos me regalan.
Recuerdos que quedarán guardados en mi memoria de tiempos felices.
Se advierte una gran paz que la ventisca trata de ahuyentar, aventando a toda velocidad y sin parar sobre mi tez desnuda, copos de nieve, cual afiladas agujas de hielo que me hacen estremecer.
Pero la sensación de paz sigue intacta.
La estampa me tiene embriagada, haciéndome olvidar el fiero ataque de la meteorología.
Me siento diminuta ante las colosales sensaciones que me despierta el conjunto pero, aún con eso, estoy serena y tranquila, feliz...
En paz.

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